Ha llegado la hora de contar la historia que nos ha dado más quebraderos de cabeza desde nuestra llegada. Muchos de vosotros quizás ya la habréis escuchado, pero era necesario dejarla aquí patente.
Todo empezó el día 6 de septiembre, como un bonito regalo de cumpleaños para Elena. Necesitábamos hacernos una cuenta en un banco francés, y para nuestra alegría, justo ese día en la misma facultad había un stand del PNB Paribas (nuestro más fiel banco) que nos ofrecía hacernos allí misma la cuenta, y no sólo eso, sino que por hacérnosla nos regalaban 80 euros (sí, a nosotras también nos pareció sospechoso, y en efecto, aún no hemos visto ni un céntimo…). El caso es que allí mismo, junto al stand de la fiesta de farmacia con la música a tope, y sin entender ni una palabra de las explicaciones en francés que nos daba la chica (excepto lo de los 80 euros que nos quedó muy claro), firmamos un papel y nos fuimos tan felices con nuestro boli de propaganda.
Al día siguiente en ese mismo stand, nos trajeron un tocho de papeles (que seguíamos sin entender). ‘Pero…¿dónde está la tarjeta?’ Nos dijeron que para ello teníamos que dar la atestación de la residencia.
Otro día, de camino al Ikea (visita obligatoria para comprar cosas de necesidad básica: almohada, alguna mantica, cubiertos para comer…) vimos una sucursal de nuestro banco en una de las paradas del tranvía en un pueblo de alrededor de Lyon (Bron). Así que decidimos ir allí a dejar la atestación.
A la semana, dejando deliberadamente tiempo para que llegarse la tarjeta, volvemos a dicha sucursal, todas emocionadas (a todo esto solo nos quedaba algo de dinero que trajimos en mano). Como para nosotras no existen horarios, cuando llegamos, estaba cerrado. Por ello aprovechamos para hacer la comprar en un Casino que había allí (es decir, el supermercado más caro de Lyon, justo el mismo que está enfrente de nuestra resi). Compramos muchas cosas, entre ellas un saco de 5kg de patatas.
Volvemos al banco, y allí nos dicen que esa no es nuestra sucursal. Cogemos de nuevo el tram y vamos a la que parece ser la nuestra, mucho más cerca de aquella perdida del mundo. Entramos con nuestro saco de patatas y toda nuestra compra en el que a partir de ahora sería NUESTRO BANCO, y la recepcionista, nuestra mejor amiga.
Ella nos dijo que para recoger la tarjeta necesitamos llevarle una carta que nos debía llegar a la residencia. Nos vamos todas decepcionadas a casa con las patatas en la cabeza.
Cuando llegamos, vemos que en el buzón tenemos mil cartas del banco y una notificación de correo certificado. Vale, ningún problema, vamos a la Poste a recogerlo. Pero nooooo, no iba a ser tan fácil. En correos había perdido nuestra carta CERFITICADA.
Decidimos volver al banco sin esa carta, pues nos parecía que con las otras mil era suficiente y una cafetera bajo el brazo que se nos ocurrió comprar de camino. Efectivamente, las cartas eran suficientes, ahora el problema era la atestación. Nuestra mejor amiga nos preguntó por ella. Le dijimos que la habíamos entregado, y cuando consulta en su ordenador dónde estaba, nos dice: ‘En Bron????’. Nuestro nivel de francés no era ni siquiera suficiente cómo para explicarle porqué estaba en ese pueblo perdido (aunque tampoco es que haya otra explicación fuera de nuestro empanamiento…) Total, que otro día que volvemos frutradas.
Tercer o cuarto intento: con la atestación, la carta, y todo lo que se nos ocurrió que pudiera ser necesario, hicimos una nueva excursión al banco. Nada más entrar nos suelta la chica: ‘A por la tarjeta no? Señorita López Miralles?’ .Vamos, que se había quedado hasta con nuestro nombres. Elena firma primero, le dan la tarjeta, objetivo conseguido. Mientras tanto Cristina no deja de rebuscar entre sus miles de papeles. Cuando le llega el turno mira con ojitos de pena y le dice: ‘No la encuentro’. La señora ya, harta de nosotras, le da un papel cualquiera para que firme, y con ello la tarjeta.
No nos lo podíamos creer, teníamos LA TARJETA. ‘Bueno, pues vamos a probarla ,no?’.
Elena hace el primero intento. Mete el código y….error! ‘Pero qué ocurre ahora?????’ Lo que ocurría es que el papel que acababa de firmar era el de Cristina y por tanto el código también. Vale, no pasa nada, nos ponemos otra vez en la cola para decírselo a la chica. Ésta nos mira de reojo aterrorizada. Mientras, nosotras pensamos cómo poder explicarle lo listas que somos al haber firmado los papeles contrarios. El ataque de risa nos impedía pensar. Finalmente conseguimos nuestras tarjetas y códigos correctos y sacamos dinero pues ya estábamos en las últimas.
Pasada una temporada de tranquilidad, Elena se mete en su cuenta y se da cuenta que le faltan 60 euros de un tal ‘retrait’ del banco. Vamos, que según ella, se lo habían robado. Va toda indignada al banco a exigir explicaciones. A ello le contestan: ‘Esos 60 euros son de un retrait que usted a hecho en esta sucursal’. Pero…¿qué es un retrait??. Entonces se da cuenta de que ese dinero era el que había sacado el primer día con la tarjeta y que retrait significa ‘retirada’. Agachando la cabeza por la vergüenza, sale de allí.
Aquí acaba nuestra historia, pero no es un final, es un punto y seguido. Nunca se sabe cuando volveremos a nuestro querido BNP Paribas….